Crónica de una etapa
Siento la vida a flor de piel,
cuando me rio sin parar en una reunión de amigos, cuando me olvido de mi y soy
parte de un todo que se convoca para disfrutar, momento eterno, único, con
desenlaces disparatados, mezclando experiencias en forma de pinturas y una música
que acompasa, nos toma el pulso y revela que estoy siendo feliz.
Así es mi vida, la que elijo
vivir cada mañana cuando me levanto y elucubro el horizonte colmado de
incertidumbres deseosas de convertirse en hechos que escriban mi historia, miro
al frente y espero el milagro disfrazado de sorpresa que me regale algo que merezco,
un nuevo amor.
La expectativa incierta de un foráneo
destino me induce a vivir plenamente, el mejor recuerdo de mi niñez es el
camino luminoso del presente que espera la completud de una obra, no saber que sucederá
me hace sentir ser humano, soy yo, a
esto vine, a vivir. La seguridad del mañana, descubrí que es un fabula, por eso
la gente se enferma, la vida es el límite de tu creación.
En la mitad de mi camino y hasta
el final, quiero vivir libre de tragos amargos,
de comidas grasosas y prejuicios
sociales, de gente previsible, adecuada y políticamente correcta, en sentido
opuesto, ambiciono la espontaneidad como la esmeralda pretendida
para suspenderse en el tiempo y trascender.
La fuerza invisible del amor avanza
y se derrama, cuando levito frente a la
persona que me ofreció la inmortalidad y no la tome porque no tenía tiempo, la alineación
planetaria guarda la incertidumbre de la coincidencia cósmica para
transformarme en una estrella llamada esperanza.
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